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El correr toros por las calles de la villa de Benavente está documentada la menos desde el siglo XV, se celebraban no obstante otras modalidades de suertes taurinas. En el siglo XVI y XVII los encierros se consolidando como la suerte taurina preferente al menos entre los festejos que organiza el concejo benaventano durante las diferentes fiestas para sus vecinos.
Aparte de estas celebraciones concejiles se organizaban toda clase de festejos y juegos que tenían como marco el imponente y palaciego castillo de la Mota, en cuyos patios de armas y palenques tenían lugar toda clase de fiestas en las que los Pimentel agasajaban a sus ilustres invitados, o bien señores condes llevaban a cabo con cualquier pretexto o acontecimiento a celebrar. Las suertes empleadas en el castillo-palacio solián ser mucho más variadas que las empleadas en el ámbito urbano o estrictamente concejil. Siendo los juegos de toros muy diversos y de carácter más nobiliario o aristocrático, destinadas al agasajo de los huéspedes ilustre y el solaza de los condes y sus invitados: toros a la jineta, toros alanceados, toros de muerte, reses enmaromadas, vacas bravas encohetadas, etc.
Entre los festejos organizados tanto por los condes como por el Concejo o regimiento de Benavente destacan los realizados durante la visita Benavente y estancia en el palacio-castillo de diferentes monarcas y príncipes, como fueron los Reyes Católicos, los reyes doña Juan y don Felipe “El Hermoso”, el emperador Carlos V, Felipe II y su hijo el infante don Carlos, Felipe III, la reina doña Mariana de Neoburgo (esposa de Carlos II), etc.
Precisamente uno de los documentos gráficos más antiguos que se existen sobre la fiesta de toros es el cuadro titulado Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso, realizado en 1506 y atribuido al pintor flamenco Jacob van Laethem del séquito de Felipe el Hermoso, que se encuentra en el castillo de Ecaussines (Bélgica). La pintura fue a parar en manos de Bernard de Orley, gentilhombre de cámara de Felipe el Hermoso, a su muerte la esposa de este caballero, Isabeau de Whittem, hizo construir en su castillo de Ecaussines-d´Enghien una hermosa capilla, donde esta obra actualmente se encuentra junto a otras pinturas de temática española. En cualquier caso, este lienzo es sin duda uno de los testimonios gráficos o icónicos que existen sobre la tauromaquia. Una tosca reproducción de la misma, de muy libre interpretación, se localiza en el Parador de Turismo de Benavente. Esta copia fue realizada hacia 1970 por un aficionado a la pintura que por entonces residía temporalmente en nuestra localidad, y aunque con notables diferencias respecto al original tanto en calidad como en el detalle, en algo trata de recordar a la pintura original flamenca.
La visita que realizaron a Benavente el príncipe don Felipe (futuro monarca Felipe II) y su hijo el infante don Carlos a comienzos del mes de junio de 1554, disfrutando de su estancia en Benavente, donde permanecieron nueve jornadas en las que fueron agasajados con toda clase de fastos y entretenimientos por los Condes Duques de Benavente en su Castillo Palacio de la Mota. Ello se recoge detalladamente en la Crónica de la estancia de Fernando el Católico, Felipe el Hermoso y su esposa doña Juana y el emperador Carlos V en 1554. (Crónica de A. MUÑOZ. Sumaria y verdadera relación del buen viaje que el invictíssimo Principe de las Españas Don Felipe hizo a Inglaterra. 1554. Zaragoza)
En aquella ocasión la villa benaventana se vestía de fiesta para recibir a tan ilustres personajes. Durante su estancia en la villa se hicieron fiestas de toros para su disfrute: “Sus Altezas gustaron mucho, así de verlos alancear como de verlos torear a pie y desjarretar”. Entre los espectáculos fueron preferentes los juegos de toros, llevándose a cabo diversas suertes. Así se relata por el cronista de la Corte, Andrés Muñoz, como el futuro monarca Felipe y su comitiva, que entre las fiestas que se celebraron “… se hizo mucha fiesta de toros y juegos de cañas”. También se relata que “Hubo otro día seis toros en la Mota, Y Sus Altezas estuvieron en un tablado aderezado de una muy hermosa y rica tapicerías y sus doseles de brocado con sus almohadas de lo mesmo, en el cual á una parte d´él estaban muchos grandes.”.
Los festejos con toros no se limitaron al patio de armas del castillo, sino que tuvieron lugar también en las plazas y calles de la Villa: “…Otro día se corrieron en la plaza de debajo de la villa cinco toros harto extremados de buenos”. La bravura de uno de los astados obligó al príncipe y su hijo a abandonar el lugar por una puerta accesoria: “Entre los toros d’esta plaza hubo uno endiablado, y que de tal manera que no dio lugar á Sus Altezas á salir por la puerta principal que habían entrado; y por no matar tan buen toro salieron por un postigo falso de la casa más de una hora anochecido; y continuó el toro en el coso hasta que fue de día, con tener las calles desembarazadas”.
No faltaron otros juegos de toros aquellos días así una de las noches: “… mandó el conde pusiesen muchos cohetes en una bravísima vaca, la cual, para ponerla en orden de cómo había de estar, se trabajó muy mucho á causa de ser tan brava”.
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