Entre la relación de gastos de la fiesta, advertimos cómo se hace mención de algunas de las personas que forman parte fundamental de los entresijos y preparativos de la carrera del toro enmaromado. Entre las actuaciones en lo que podemos denominar como “bastidores de la fiesta”, señalamos particularmente a los encargados de “echar la maroma al toro”. Labor ésta de habilidad y paciencia debido a las envestidas e inquietud del animal. En este sentido ya en el Siglo de Oro en una comedia de Lope de Vega titulada “Peribáñez o el comendador de Ocaña”, cuando se pondera la bravura de un toro, se asegura que “no se ha encintado en una hora”.
La maroma era una gruesa soga de pita de unos 80 metros, que se ponía a punto unos días antes del festejo mediante su remojo, se reparaban los tramos sueltos y se anudaban. La maroma exigía una renovación periódica y a causa del excesivo deterioro o su defecto se recurría a otras existentes en la Villa, así la documentación alude frecuentemente al empleo de las sogas o maromas que se utilizaban en el campanario de la iglesia de Santa María del Azogue.
De esta forma en 1874 el señor alcalde manifiesta: “… que el regidor Sr. Burón, había entregado al conserje de la Corporación la maroma de la queda por otra que prestó al municipio para correr el toro del año anterior, no obstante que no se le había devuelto la suya…”. Aunque en principio la maroma disminuya el riesgo que se produciría si el animal fuese suelto, la fuerza de éste, aunque no gobierne totalmente el agudo arma de sus astas puede ser de peligro mortal. La maroma tiene un papel primordial en la fiesta y de ahí el celo de los encargados y ediles por mantenerla en las menores condiciones para el buen desarrollo de la carrera: “…que mediante no servir la maroma de la queda para su objeto según había manifestado el encargado del reloj, señor Folguera, se destine a este servicio, la nueva maroma construida este año”. En junio de 1895 se efectúa el pago “…a Lino Aguilar y Francisco Pajares, diez pesetas por echar la maroma al expresado toro la tarde del citado día 12…”
El método o técnica de ensogado por la testuz, resulta un proceso lento y poco seguro, por lo que a veces se requieren varias intentonas, a causa de ello en ocasiones el festejo se demoró varias horas. El ensogado o encintado consistía en el lanzamiento y sujeción de la maroma en la cornamenta del toro, previamente se introducía el cabo de la maroma por debajo de la puerta del toril. Con esta punta se formaba una gran lazada, requiriéndose de la participación de varias personas, qué sujetando con unas pequeñas cuerdas de pita, procediesen mediante pequeños y sincrónicos ajustes o tirones al cosido o entrelazado de la maroma en la cornamenta y testuz del animal.
Desde una de las tapias del viejo toril (en un andamiaje) se tiraba el lazo, que consistía en hacer un nudo corredizo sobre la testuz del toro, lazo que por el otro lado llevaba una cuerda que era sostenida por otro sobresaliente que se situaba en la tapia de enfrente; entre ambos iban tanteando hasta dejar caer el lazo entre los cuernos del animal; una vez logrado, el que portaba la cuerda la soltaba y el que sostenía la maroma tiraba fuerte para hacer correr el lazo, con lo cual el toro quedaba atrapado, después sobre el lazo se hacía la “nudilla”, que consiste en trenzar entre los cuernos, en forma de un ocho, una larga cuerda de seguridad para evitar que el nudo pueda aflojarse.
Según la documentación municipal eran frecuentes las propinas a las personas que realizaban este cometido dada la pericia necesaria y la peligrosidad que entrañaba. Así en el año 1692 se recoge en la documentación de fiestas el siguiente dato: “más pagué en dicho día a los hombres que llevaron la maroma al buey de la víspera del Corpus”. En 1758 entre las propinas a las personas que colaboraron en el festejo, se menciona el pago de “dos reales a los mozos que llevaron la maroma al buey como es costumbre”. En 1759 entre los gastos de la fiesta se mencionan: “dos reales por llevar el buey”.
Las antiguas maromas de esparto han sido sustituidas desde hace algunos años por una maroma de poliuretano mucho más ligera de 110 metros. En cuanto a los avisos antiguamente con anterioridad a la recuperación del festejo en 1939 para avisar a los vecinos de la salida del toro enmaromado se avisaba para el apercibimiento de los vecinos mediante toques de campana del reloj de la villa. Este que se hallaba situado en la torre de Santa María del Azogue, situada en el centro de la villa y que era el edificio más elevado de la misma. En la actualidad y desde que se retomó la tradición se efectúan tres avisos mediante el lanzamiento de sonoros cohetes, llamados popularmente “bombas”, y que con un intervalo de un cuarto de hora se lanzan sucesivamente.
Entre la relación de gastos de la fiesta, advertimos cómo se hace mención de algunas de las personas que podemos definir como “bastidores de la fiesta”, entre ellas señalamos a los encargados de “echar la maroma al toro”. Labor ésta de habilidad y paciencia debido a las envestidas e inquietud del animal. En este sentido ya en el Siglo de Oro en una comedia de Lope de Vega titulada “Peribáñez o el comendador de Ocaña”, cuando se pondera la bravura de un toro, se asegura que “no se ha encintado en una hora”.
La maroma era una gruesa soga de pita de unos 80 metros, que se ponía a punto unos días antes del festejo mediante su remojo, se reparaban los tramos sueltos y se anudaban. La maroma exigía una renovación periódica y a causa del excesivo deterioro o su defecto se recurría a otras existentes en la Villa, así la documentación alude frecuentemente al empleo de las sogas o maromas que se utilizaban en el campanario de la iglesia de Santa María del Azogue.
De esta forma en 1874 el señor alcalde manifiesta: “… que el regidor Sr. Burón, había entregado al conserje de la Corporación la maroma de la queda por otra que prestó al municipio para correr el toro del año anterior, no obstante que no se le había devuelto la suya…”. Aunque en principio la maroma disminuya el riesgo que se produciría si el animal fuese suelto, la fuerza de éste, aunque no gobierne totalmente el agudo arma de sus astas puede ser de peligro mortal. La maroma tiene un papel primordial en la fiesta y de ahí el celo de los encargados y ediles por mantenerla en las menores condiciones para el buen desarrollo de la carrera: “…que mediante no servir la maroma de la queda para su objeto según había manifestado el encargado del reloj, señor Folguera, se destine a este servicio, la nueva maroma construida este año”. En junio de 1895 se efectúa el pago “…a Lino Aguilar y Francisco Pajares, diez pesetas por echar la maroma al expresado toro la tarde del citado día 12…”
El método o técnica de ensogado por la testuz, resulta un proceso lento y poco seguro, por lo que a veces se requieren varias intentonas, a causa de ello en ocasiones el festejo se demoró varias horas. El ensogado o encintado consistía en el lanzamiento y sujeción de la maroma en la cornamenta del toro, previamente se introducía el cabo de la maroma por debajo de la puerta del toril. Con esta punta se formaba una gran lazada, requiriéndose de la participación de varias personas, qué sujetando con unas pequeñas cuerdas de pita, procediesen mediante pequeños y sincrónicos ajustes o tirones al cosido o entrelazado de la maroma en la cornamenta y testuz del animal.
Desde una de las tapias del viejo toril (en un andamiaje) se tiraba el lazo, que consistía en hacer un nudo corredizo sobre la testuz del toro, lazo que por el otro lado llevaba una cuerda que era sostenida por otro sobresaliente que se situaba en la tapia de enfrente; entre ambos iban tanteando hasta dejar caer el lazo entre los cuernos del animal; una vez logrado, el que portaba la cuerda la soltaba y el que sostenía la maroma tiraba fuerte para hacer correr el lazo, con lo cual el toro quedaba atrapado, después sobre el lazo se hacía la “nudilla”, que consiste en trenzar entre los cuernos, en forma de un ocho, una larga cuerda de seguridad para evitar que el nudo pueda aflojarse.
Según la documentación municipal eran frecuentes las propinas a las personas que realizaban este cometido dada la pericia necesaria y la peligrosidad que entrañaba. Así en el año 1692 se recoge en la documentación de fiestas el siguiente dato: “más pagué a pague en dicho día a los hombres que llevaron la maroma al buey de la víspera del Corpus”. En 1758 entre las propinas a las personas que colaboraron en el festejo, se menciona el pago de “dos reales a los mozos que llevaron la maroma al buey como es costumbre”. En 1759 entre los gastos de la fiesta se mencionan: “dos reales por llevar el buey”.
Las antiguas maromas de esparto han sido sustituidas desde hace algunos años por una maroma de poliuretano mucho más ligera de 110 metros. En cuanto a los avisos antiguamente con anterioridad a la recuperación del festejo en 1939 para avisar a los vecinos de la salida del toro enmaromado se avisaba para el apercibimiento de los vecinos mediante toques de campana del reloj de la villa. Este que se hallaba situado en la torre de Santa María del Azogue, situada en el centro de la villa y que era el edificio más elevado de la misma. En la actualidad y desde que se retomó la tradición se efectúan tres avisos mediante el lanzamiento de sonoros cohetes, llamados popularmente “bombas”, y que con un intervalo de un cuarto de hora se lanzan sucesivamente.
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