EL TORO ENMAROMADO DE BENAVENTE
UNA FIESTA SORPRENDENTE CON SIGLOS DE HISTORIA QUE FORMA PARTE DE LAS RAICES DE LA TAUROMAQUIA
«Desde aquellos primeros documentos conservados que datan de los siglos XV y XVI, ya se menciona la celebración de diversos espectáculos o suertes taurinas, principalmente durante las fiestas de San Juan en junio y de Nuestra Señora en agosto, se corrían por los vecinos dos o más astados, a modo de encierros, desde la plaza de Santa María a la de San Nicolás, y al menos desde la baja Edad Media la afición por fiestas de toros no se limitaba únicamente a esas dos festividades pues se extendían a otras funciones y fechas del calendario festivo.
La relevancia y poder político de los condes-duques de Benavente, los Pimentel, así como la existencia de numerosas ganaderías en el entorno de Benavente propiciaron la celebración de grandes fastos en los que no faltaban variadas suertes o juegos de toros.
Así se organizaban en la Villa, y en el patio de armas de su castillo, diversos espectáculos taurinos entre ellos reses bovinas enmaromadas, con ocasión de la visita a Benavente de algún personaje ilustre. Una de las primeras representaciones es una pintura atribuida al pintor flamenco Jacob van Lethem, del séquito de Felipe El Hermoso, localizada en el castillo de la Follie, Ecaussines (Bélgica) titulada Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso, realizado en 1506.
El Toro Enmaromado de Benavente se debe situar en el contexto de las celebraciones del Corpus Christi. No será hasta las últimas décadas del siglo XVII, concretamente en 1692, cuando figura por primera vez mencionado entre los gastos de dicha festividad, y de una forma explícita, el gasto que se hizo para correr “un buey enmaromado”.
Es en 1780 cuando este festejo, es incluido siempre en las celebraciones, apareciendo ya en la documentación municipal con la denominación de “toro enmaromado de la víspera del Corpus”.
En 1908 un decreto del Ministerio de Gobernación prohíbe la celebración de festejos taurinos por la vía pública. Durante treinta años la carrera del enmaromado por las calles de Benavente se verá interrumpida, hasta que, con motivo de la conclusión de la Guerra Civil, en 1939, se recupera la tradición. Desde entonces, y siempre de una forma espontánea, surgen las primeras peñas para disfrutar de la fiesta y acuden con sus pancartas a la tradicional “petición del toro enmaromado” el día de la Patrona.
Esta tradición de correr un toro enmaromado por las calles de Benavente pasará por numerosos avatares históricos, como son: guerras, crisis políticas, pronunciamientos, alzamientos y revueltas, etc. Salvo estos paréntesis circunstanciales se constata una continuidad en el festejo de más de trescientos años. Esta continuidad y raigambre del festejo ha sido posible gracias a la voluntad de los benaventanos, que pese a numerosos avatares históricos han mantenido este secular rito.
El astado realiza una espectacular carrera desde el toril, precedida por el estruendo de tres cohetes o bombas que anuncian previamente el acontecimiento, poniendo con ello en aviso al público que llena las calles y abarrota los balcones. Se viven así momentos de gran emoción y vistosidad durante la carrera que concluyen en el matadero municipal, donde es sacrificada la res.
En el pasado la maroma era una gruesa soga de pita de unos 80 metros, que se ponía a punto unos días antes del festejo mediante su remojo, se reparaban los tramos sueltos y se anudaban. La maroma exigía una renovación periódica y a causa del excesivo deterioro, así la documentación alude frecuentemente al empleo de las sogas o maromas que se utilizaban en el campanario de la iglesia de Santa María del Azogue.
Las antiguas maromas de esparto han sido sustituidas desde hace algunos años por una maroma de poliuretano mucho más ligera de 110 metros.
Un elemento tradicional y característico es el empleo de argollas fijas para llevar a cabo determinados descansos durante el recorrido como parada tradicional en las plazas.
En cuanto al recorrido no era extraño dar varias vueltas a la por entonces Villa y ampliar la carrera sobre la marcha, incluso era habitual dar la posibilidad de que el animal se refrescase, acercándole hasta alguno de los canales de las inmediaciones. En la actualidad el recorrido es el tradicional, que discurre fijo e inalterable por varias calles céntricas para proseguir en dirección al Matadero Municipal. Existía antaño la práctica ritual por parte de los corredores de impregnar las alpargatas o zapatillas en la sangre del toro una vez apuntillado (quizá en la creencia atávica de que algo del valor de la fiera se trasmitía al corredor, quizá simplemente por costumbre).
La carrera del “Toro Enmaromado” y todos sus componentes constituyen en definitiva una celebración con unas características propias, que responden a las costumbres e idiosincrasia de sus gentes y que con todo merecimiento desde 1991 están declaradas de Interés Turístico Regional y festejo taurino tradicional en el año 2000 por la Junta de Castilla y León.»
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