En torno al desarrollo de la carrera del Toro Enmaromado de Benavente existen aspectos que han ido evolucionando a lo largo de su historia como el sacrificio o muerte del astado y la distribución o venta de la carne de la res.
Concluido su recorrido se procede como colofón a dar muerte al toro enmaromado. Antiguamente el sacrificio de la res se efectuaba de forma tradicional una argolla intencionada y apropiadamente sujeta en uno de los pilares de los soportales situados frente a la Iglesia de Santa María del Azogue, donde era apuntillado. Posteriormente y desde hace muchos años, ateniéndose a la normativa tiene lugar en el Matadero Municipal a cargo de un profesional. Existía antaño la práctica ritual por parte de los corredores de impregnar las alpargatas o zapatillas en la sangre del animal una vez apuntillado (quizá en la creencia atávica de que algo del valor del animal se trasmitía al corredor, quizá simplemente por costumbre).
En la actualidad, y según reglamento, la puntilla se la da únicamente el matarife municipal. Este cometido tenía lugar en las dependencias del Matadero Municipal, salvo en el caso de que el toro no pueda concluir el recorrido, siendo apuntillado igualmente por dicho matarife. En la actualidad ello tiene lugar en un local habilitado en los bajos del edificio municipal que hasta hace pocos años se levantaba el matadero municipal.
Durante varios siglos el festejo estuvo asegurado por la obligación de proporcionar un toro para ser corrido la víspera del Corpus por la persona a quien se adjudicaba el abastecimiento de la carne a la Villa anualmente. Eran subastados los despojos y se aprovechada su carne, siempre a un precio menor, según se estipulaba en las cláusulas del arrendamiento.
En las cuentas de 1737 y en el apartado de gastos de fiestas se recogen esta significativa partida: “dos reales del brusco y las orejas del buey que se corrió en la víspera del corpus del Señor”. En 1745 se señala: “del buey maromado que se corrió, cuatro reales por traerlo a la plaza y dos por los bruscos”. Entre las partidas de gastos de 1765 se anotó lo siguiente: “que el toro que se ha de dar para la función del Corpus lo tengo de dar un cuarto menos y en tajo separado”, como alusión directa a la venta de la carne del toro. En años sucesivos se abunda en este sentido, así 1790 se indica “que para la víspera del Corpus ha de dar el obligado un novillo o toro para corrido y su carne se ha de pesar en tabla separada en el puesto público”. En 1839 y 1845 se especifica “que la persona en quien quede rematado el abasto, ha de dar y ser obligado a presentar a su cuenta el toro acostumbrado de la víspera del Corpus para cuya compra ha de dar parte el ayuntamiento, el que se le permitirá vender a su voluntad en el abasto”. Esta novedad en cuanto al pago del toro será norma habitual durante algunos años.
El ayuntamiento benaventano figuraba ya a mediados del siglo XIX como propietario de la res y organizaba una subasta pública entre los carniceros o tablajeros de la villa para su venta. Sin embargo, en las últimas décadas de siglo, según recogen varios documentos municipales, cuando éste lo considera oportuno decide distribuir la carne entre los pobres de la localidad. Estas prácticas eran habituales para mitigar o hacer partícipes a los desfavorecidos o menesterosos, formando parte de lo que se venían en denominar desde tiempos antiguos como “caridades”.
De esta forma el 23 de mayo de 1888 se manifiesta: “…que debiendo tener lugar el miércoles próximo treinta del corriente la función que desde el tiempo inmemorial celebra esta villa la festividad del Ssmo. Corpus Christi, corriendo el toro enmaromado por las calles y plazas, el cual después del recorrido dispone de él el Municipio, para el caso de que esta diversión se le lleve a efecto, creía la necesidad de acordar lo que habrá de hacerse con la carne, y el ayuntamiento acordó por unanimidad, que se distribuyera entre los pobres más necesitados de esta villa por vía de limosna, encargándose de esta operación los Sres. Regidores de fiestas, los que también harán cuanto sea necesario para solemnizar dicha festividad”. En 1891 se autoriza a los señores regidores de fiestas “…repartir entre los pobres la carne del toro expresado toro…”. Abundando en la distribución de la carne del toro, el 10 de junio de 1892 se señala en las actas: “…que se distribuya la carne del mismo entre los pobres de la Villa por medio de bonos de 1 libra cada uno, a cuyo fin se autoriza a la comisión de fiestas”.
En épocas contemporáneas la carne de las reses ha sido destinada a la venta para o comercialización por algunos establecimientos de la ciudad. En tiempos más recientes la carne del toro pasó a distribuirse por encargados de la Comisión de Fiestas entre los concurrentes a una comida de confraternidad que tenía lugar en lugar en un recinto municipal o en el parque de la Estación, previo abono de una pequeña cantidad que sirve para financiar diversos gastos de las fiestas.
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