Hemos visto que el toro de cuerda ha pasado de ser un ritual pagano a una práctica religiosa cristiana, y como poco a poco se ha convertido, prácticamente, en un juego lúdico, pero siempre cargado de significación. Porque el toro de cuerda, de vida, no ha resistido los envites del tiempo por su estética, porque sea uno de los rituales táuricos más atractivos de nuestra geografía, o por su carácter festivo, existe en la actualidad porque es un acontecimiento cultural de primer orden.
El hecho de que hayan pervivido y continuado unos rituales festivos ancestrales es un hecho muy destacado. El toro ensogado forma parte de nuestra riqueza patrimonial, se ha convertido en un atractivo testimonio del pasado de gran singularidad y unicidad, constituyendo la principal seña de identidad de los núcleos rurales donde pervive. El toro forma parte de todas sus manifestaciones culturales, de su música, de su folclore, de su gastronomía, se haya presente en el cancionero popular, en la danza, en el arte, en los juegos de los niños.
Este festejo tremendamente participativo y en absoluto elitista, contribuye a la promoción turística del municipio, pues miles de personas acuden cada año a visitarla, siendo un verdadero estímulo a la oferta turística de la localidad y comarca, proyectando su imagen exterior más allá del ámbito regional.
El Toro Enmaromado congrega a todos los hijos del pueblo y de las comarcas circunvecinas que una vez al año, que al menos una vez al año se dan cita durante estos días de fiesta local se reúnen al calor de este evento. Durante estos días de fiesta retornan a la localidad un buen número de los ausentes, los emigrantes, estudiantes, etc. La fiesta es el máximo momento de convivencia pública, hermana, aplaza o diluye los conflictos, relega al olvido los problemas o las dificultades y anula las diferencias sociales; es el momento del ansiado encuentro con los amigos, con los familiares, con los paisanos. Sea cual sea la procedencia de las gentes que aquí han habitado, el toro ha sido siempre un factor determinante en la conformación de su mentalidad, de su carácter, siempre vital. Por otra parte, la sabiduría, el arte de conducir al astado constituye un valioso legado que ha pasado de generación en generación, de padres a hijos.
En numerosos lugares de la geografía española este tipo de festejos o suertes taurinas populares suponen la afirmación y pervivencia de una tradición que cíclicamente se celebra y, al mismo tiempo se rejuvenece cada año, como el Ave Fénix que renace de sus cenizas. Las gentes son las que hacen posible la fiesta, la fiesta como catarsis, lo lúdico como válvula de escape o manifestación de lo espontáneo…, el placer colectivo, del que nos habla Caro Baroja.
El rito originario cuyo protagonista es el toro, se ha visto sometido a una cierta deformación y para reconstruir su carácter primitivo, hemos de atenernos en primer lugar a la documentación existente sobre el mismo, historiando hasta donde nos sea posible, pese a lo limitadas que resultan las fuentes en algunos momentos. Un segundo paso para abordar el tema sería ya competencia de etnólogos, antropólogos y estudiosos de lo táurico. Es desde el conocimiento de nuestra historia y tradiciones como podremos comprender y valorar mejor nuestra identidad como comunidad humana. Mantener al menos los componentes singulares y autóctonos del festejo sería sin duda un buen camino para aproximarnos más al sentido que tuvo origen y durante varios siglos esta tradición.
Benavente cuenta con diversos acontecimientos festivos que jalonan el año; que suponen un alto en el trabajo, en los estudios, en los quehaceres diarios, y que en definitiva contribuyen a hacer más llevadera nuestra existencia. Las fiestas son un referente imprescindible, pues en cierta forma como “de oca a oca” en este caso de “fiesta en fiesta”, vamos dando a grandes saltos en ese calendario de nuestras vidas. Las fiestas que vienen a alterar el discurrir de ese rosario interminable de días ordinarios que se suceden en el calendario y a romper el tiempo de rutina.
La ciudad cuenta con dos fiestas de renombre que han obtenido el reconocimiento de “Fiestas de Interés Turístico Regional”. La más conocida es la Fiesta del Toro enmaromado de Benavente, una fiesta singular que tiene más de trescientos años de tradición y que ha obtenido gran renombre y difusión. Otras fiestas que gozan de gran popularidad y participación son las Fiestas de la Veguilla (Fiestas Patronales de Benavente) y que recientemente ha conseguido igual nominación. Destacar particularmente la celebración en torno a la fiesta y a su programación de diversos actos y eventos de toda índole, religiosos, culturales musicales, exposiciones, y certámenes, actos oficiales (pregón, desfiles, procesión del Corpus, etc.).
A parte de estos dos grandes eventos cuenta Benavente con un buen plantel de celebraciones, que forman parte de ese ciclo festivo que retorna año tras año con nuevos bríos y renovadas ilusiones. Tal vez porque como alguien dijo: una ciudad sin fiestas es como un camino sin posadas.
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